Edición 27/02

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«Describe tu aldea y serás universal», decía Tolstoi. ¿Y por qué no intentar el ejercicio contrario?

Los indignados de Nueva York se preparan para una larga movilización

Por SANDRO POZZI (El País)

«Estamos para quedarnos», asegura Brian Philips, mientras reanuda la actividad en el campamento base del movimiento Ocupa Wall Street, situado a medio camino entre la Zona Cero y la sede de la Bolsa de Nueva York. Porta en el brazo una foto de cuando sirvió para los marines. «Sonríe, hombre, que hace sol», comenta detrás otro indignado a los personajes trajeados que se aventuran a cruzar por el parque Zuccotti, de camino al trabajo.

Es una mañana fría en la rebautizada plaza de la Libertad, al sur de la isla de Manhattan. La noche del domingo la protesta se plantó ante la sede de la policía de Nueva York para lanzar su grito de rabia y denunciar las detenciones en masa del sábado, en el puente de Brooklyn. «Nos acorralaron», apunta. La jornada del lunes comenzó analizando el impacto de la acción del fin de semana y fijando nuevos objetivos, como la sede de Sotheby’s.

Son pocos, pero dicen hablar por millones. Esperan que la protesta sobre el East River sirva para sensibilizar a más ciudadanos descontentos con la situación económica y con la influencia de Wall Street en sus vidas. El movimiento en Nueva York, hasta ahora minoritario, ya vivió un primer impulso su segundo fin de semana, cuando hubo 80 arrestos en Union Square. El pasado fin de semana se multiplicaron por diez y con ellas el total de detenciones supera el millar, solo en Nueva York.

Se pregunte a quien se pregunte, la respuesta es unánime: «No pararemos hasta que veamos un cambio». Aunque también son conscientes de que hay algo que no pueden controlar: el duro invierno neoyorquino. La lluvia no impidió estos días que creciera la simbólica acampada. Pero cuando se combina con el frío, la amenaza es más seria. De hecho, se ve a más indignados tosiendo.

Kyle Kneitinger es el encargado de supervisar durante la noche el botiquín. Desde que empezó la movilización el 17 de septiembre, solo durmió una vez bajo techo, en casa de unos amigos, «para coger fuerzas». Es de Búfalo, y sabe lo que es una nevada. Comenta que en el grupo hay médicos para atender a los que lo necesiten. Su proyecto es poder hacerse con calentadores de gas.

Pero como señala Mercury Cloud, mientras se maquilla la cara de blanco, lo que les pone «enfermos» es ver como crece la pobreza y el desempleo en EE UU mientras en Wall Street se suben los sueldos. Se prepara para la bautizada como la marcha de los zombis. «Las grandes corporaciones no tienen corazón», dice antes de ponerse una copia de un billete de un dólar en la boca.

«Esto es democracia real en acción», añade. Cada vez se alza más la voz de protesta contra la clase dirigente política e incluso contra Barack Obama. «Votamos por un cambio que no llega con la suficiente rapidez», señala Steve Shorts, llegado hace días desde la vecina Filadelfia. Pone cara de circunstancias cuando se le pregunta si volverá dar su voto al demócrata. «Promesas, promesas y más promesas, nunca pasa nada, somos nosotros los que tenemos que traer el cambio».

Artículo original en ELPAÍS.com

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